Hoy en día el cliente no quiere un producto, quiere una experiencia. Es algo que afirman todos los expertos y que cualquier negocio tiene que tener en cuenta. El cliente es, además, cada vez más social, esto es: comparte para bien o para mal su experiencia de compra ya no solo a sus conocidos, sino en sus redes sociales y foros en los que nuestro negocio quedará retratado, bien o mal, sin que podamos hacer nada para evitarlo.
Dentro de esa experiencia del cliente, es vital que la atención recibida le deje un buen sabor de boca, porque de ello dependerá en buena medida la impresión que traslade a los demás sobre nuestro negocio. Por ello es esencial prestar la atención que merece a este capítulo del proceso de compra: no solo justo en el momento de la adquisición, sino también una respuesta eficaz ante cualquier consulta o queja posterior.
Actitudes como la apatía, la frialdad, las evasivas, el robotismo o los aires de superioridad en la atención al cliente son nefastos para la imagen de nuestro negocio. Al final, aunque el cliente no tenga razón, es mejor ceder que arriesgarse a que ponga en peligro la imagen pública de nuestro negocio.
El lenguaje no verbal es también importante en este aspecto, ya que supone una parte muy importante de lo que se comunica al cliente. Transmitir interés, veracidad y disponibilidad es una habilidad imprescindible para los responsables de atención al cliente, y cualquiera puede aprender a hacerlo bien.
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